Por Barnabas.
El trabajo, el que esta sociedad define como “honrado”, sea cual sea, nunca me ha gustado, lo que si me gusta es el beber, comer bien y gastarse el dinero entre putas y amigotes y darle como digo, “gusto al cuerpo”, sin embargo, para poder realizar todo esto, es necesario el puto dinero, y así hay que buscarse la manera de conseguirlo sin trabajar “honradamente”.
Y existen diversas formas de conseguirle, pero, la puta policía siempre estará ahí para joderte los negocios, y si te llegan a atrapar está de más decir que en la cárcel aparte de no poder ganarse un puto peso, es más lo que pierdes, ya que son otros los que pueden poner perfectamente precio a tu culo si eres nuevo y hacer negocios ya no contigo, sino con tu cuerpo, no se crea que esta fue alguna vez mi situación, solo son cosas que de tanto juntarte con gente que andan siempre a un paso de caer presos, se saben.
Así, me he dedicado a hacer ciertos negocios que si bien nunca han andado a la par con las leyes, tampoco me han podido llevar a la reclusión, hay varias formas de poder resguardarse las espaldas, y parte de ello es saber elegir con pinzas a tus colaboradores, de todos los que he tenido, ninguno como Claudio R. , lo recogí de como se dice “del arroyo” cuando contaba con quince años y yo ya con treinta y dos, y prontamente pude ver que desde su resentimiento, presente en todo niño pobre, hambriento y quizás hasta abusado, me ganaría un colaborador que sería todo gratitud y lealtad si le ofrecía algo más que comida y techo, si le ofrecía llegar a ser “persona” me ganaría su lealtad de por vida.
Siempre si me llamo la atención que Claudio, no solo cumplía con lo que yo le encargaba, además se “esmeraba” en ello, sobre todo cuando le encargaba “eliminar” a alguien, y nadie mejor para ello que un menor con las características de Claudio, de hecho se convirtió a poco pasar los dieciocho, en mi mejor “asesino” o como decíamos en nuestra “organización”, en mi mejor “eliminador de la competencia”. Claro que al poco andar en estos “encargos” fue evidente que Claudio debía de trabajar siempre solo, ya que al principio le daba estos “trabajos” acompañado de los más duros de mis otros “eliminadores” para que se fuera “puliendo en el oficio”, pero desde un principio, todos sus eventuales acompañantes volvían espantados por la “perversidad” decían algunos, o por su evidente “depravación” en sus “trabajos” me decían después otros, si bien algún psiquiatra pudiera definir mejor su “celo profesional” para mí solo indicaba que “el chico” cumplía a “conciencia” con lo que le encargaba a realizar.
Así fueron pasando los años y la fama de Claudio y su trabajo se fueron convirtiendo en leyenda, si bien yo nunca me preocupe en demasía de su actuar, ya que a mí me bastaba con que el “encargo” que le entregaba se realizara a la brevedad y con óptimos resultados, cada tanto me llegaban los comentarios de su “proceder” y en cada nueva ocasión, más “escabrosos” eran los comentarios, sobre lo que Claudio hacía con los tipos o tipas que le encarga “despachar”. Siempre si los consideraba “exageraciones” que buscaban que yo le quitara la gran confianza que le tenía, pensaba que era solo “envidia” lo que motivaba tales comentarios, pero cuando Claudio contaba con unos veinticinco años y comenzaron a aparecer en la prensa primero y la televisión después, notas sobre el “siniestro actuar del hampa nacional”, comencé a poner más atención, y así me entere, que lejos de ser “exageraciones” de mis empleados, la cosa si era preocupante…, y confieso que cuando me interiorice de los detalles, también yo mismo vi que la cosa rayaba en lo “aberrante”.
Una cosa es matar a alguien, y no voy a negar que en varías ocasiones le encargaba a Claudio que el tipo o tipa “pagara” por lo que se le condenaba a muerte, en otras palabras , que el tipo o tipa “sufriera” en su deceso, pero si bien el margen es digamos “amplio” en cuanto a lo que se entiende por “sufrir”, hasta tipos que le quemaban los ojos con soplete a sus víctimas me comentaron alguna vez que el actuar de Claudio, les “espantaba”, y junto con lo que leía en la prensa en ese entonces, se me fueron confirmando estos comentarios, se habla en los diarios, de cadáveres sin varios de sus órganos internos, y de que seguramente habían sido extraídos con “herramientas herrumbrosas” a juzgar por los restos de herrumbre encontrados en los cortes realizados a los cadáveres, y que hacían estremecerse a los forenses que cubrían estos hechos, ya que decían que el pobre tipo o tipa a quien le habían sacado por decir sus tripas, debían de haber sufrido el triple ya que el cuchillo o lo que fuera que el asesino ocupara para estos menesteres, debía de encontrase en pésimas condiciones y que el dolor experimentado por las víctimas debió como se dijo ser tres veces más dolorosas (al menos decían algunos) a lo que podía sentir un ser humano con un utensilio afilado y en buenas condiciones, se sumaba a ello las grandes cantidades de “sal” que mostraban los cadáveres en las zonas donde les faltaban sus órganos, lo que se suponía podía incluso “centuplicar” el dolor y la agonía de las víctimas, todas también tenían señales evidentes de haber sido “consumidas” es decir, o mordidas directamente y eran visibles los pedazos de “menos” en los cuerpos, incluso los peritos fueron encontrando con el paso del tiempo, restos de aceites, vinagres, jugo de limones y otros aliños, como si el asesino en cuestión fuera en cada ocasión que mataba, “refinado” como un “gourmet sádico” sus gustos, y que para él, el cadáver lo hubiera considerado solo como a una pieza de carne que había que condimentar antes de consumir, con el paso del tiempo se encontró evidentes señales de fuego en los lugares donde eran encontrados los cuerpos, y en las cenizas o rescoldos, restos de huesos o carnes de los muertos, todo esto hacía suponer a los cada vez más horrorizados policías que al asesino no le preocupaba en lo absoluto el llegar a ser descubierto en su actuar, y prueba de todo ello fue además que se encontraron “pinchos” o “parrillas” artesanales en donde el “caníbal asesino” como ya se le motejaba desde hacía meses a Claudio, se daba el lujo y el tiempo de prepararse “asados” con los “encargos” que yo le daba.
Más aún, en algunas ocasiones, los policías encontraron, “tarros” que harían las veces de ollas, donde el asesino preparaba “sopas” o “cocidos” con partes u órganos de los asesinados, se decía en los pasquines que más de algún policía o detective había vomitado hasta sus comidas de infante, cuando se descubrían estas escenas de crimen dignas de un Nabucodonosor.
Y si bien yo sabía a ciencia cierta que el autor de aquello era Claudio, por las identidades de los muertos, que eran las mismas que yo le pasaba, aún no me cabía en la cabeza que realizara tales acciones, para mi aún seguía siendo el chico desnutrido, pobre, lleno de piojos que saque de las riberas del Mapocho una fría noche de ya no recuerdo que mes, tuve que ver por la televisión un dantesco y censurado “lugar de los hechos” como comentaba esa noche un tembloroso periodista para tener certeza de hasta qué punto estaban las cosas con Claudio.
Ahora cuando se dio el caso de Margarita, una “cabrona” regente de uno de los tantos prostíbulos que mi “organización” administraba, y que también llego a los medios, fue como se dice “la gota que rebaso el vaso”, en ella el ensañamiento rebaso todos límites que pone la cordura y quizás hasta de la locura, con Claudio yo no me comunicaba ya desde hacía tiempo directamente, con el adelanto tecnológico de la Internet, le enviaba cada vez que era necesario un correo, cifrado en clave, donde le describía a la persona a “trabajar”, algo de los motivos de porque se realiza el “trabajo” y las señas para llegar a tal o cual persona, siempre recibía un escueto “ok” o “entendido”, y luego a los días me llegaba un nuevamente escueto correo, en el que ponía “hecho” o “realizado”, la verdad hacía unos años que había perdido contacto visual con Claudio, la última vez que recordaba que había pasado por mis “oficinas” tenía la imagen de un joven bien desarrollado, de un metro setenta y algo de estatura, delgado, y siempre vestido de negro, con esas poleras o polerones de grupos que llaman de “metal”, de esos que según yo solo saben meter “bulla” con sus “tarros” en vez de baterías y sonidos estridentes con sus guitarras, y que por último los que en esos grupos “cantaban” solo sabían gritar delante de los micrófonos, si bien nunca había yo querido tener familia, tenía por ahí un par de sobrinos a los que adoro y cuando fueron creciendo también les empezaron a gustar estos grupos, supongo que es algo relacionado con la moda o la edad, aunque en las raras ocasiones que deambulo por el centro de la ciudad, he visto a tipos que a juzgar por sus facciones rondaran los cuarenta años o más, vestidos con las mismas ropas de mis sobrinos y Claudio, de hecho fue a uno de mis sobrinos que un buen día lo vi vestido con una polera que recordaba haberle visto vestir también a Claudio, era de un grupo llamado “Cannibal Corpse”, que al consultarle a mi sobrino, me contesto que el grupo era “de puta madre” y que en sus letras en general contaban sobre “gente que se come a otra gente”, en el momento me reí con mi sobrino, que era además fanático de las películas de “zombies” y esas cosas, pero al tiempo de aquello, me hizo como se dice “atar cabos” sobre el estado mental de Claudio.
A Margarita, prostituta casi desde que había nacido, la vida rápidamente la había curtido en sus miserias, violada por su padrastro desde niña, sometida luego en su adolescencia a un “cafiche” y luego pasando las pellejerías que toda “callejera” debe enfrentar por las noches, había llegado a ser una de las mejores y más adineradas regentes de “casas de putas” que había en el gran Santiago, cuando la conocí, debía de rondar la cincuentena y si cuando joven era tan atractiva como la vi por primera vez, no debió nunca de faltarle clientela, el trato como siempre en estos casos era bastante simple, yo le aseguraba protección de toda especie, desde las policías siempre sobornables, hasta son su “competencia”, y ella se comprometía cada dos meses a entregarme un porcentaje de sus ganancias, y la verdad funcionamos varios años sin mayores problemas con el trato, hasta que llego a mis oídos, que de a poco había empezado a retrasarse con los pagos y después se había cambiado a la citada “competencia” aliándose con otra cabrona de poca monta, pero que también de a poco había surgido en el negocio, y las muy putas (bueno algo obvio el termino por lo demás) habían tenido el descaro de amenazarnos con irse de lengua con las policías, que según ellas eran también sus asociados, sino dejábamos en fojas cero nuestro común acuerdo, en el fondo Margarita debía de sentirse segura en que mi “industria” nada le haría a ella y su negocio, si nos sentíamos intimidados con sus amistades, eso como siempre en estos casos le significaba su sentencia de muerte, a la otra cabrona, basto con mandar a alguien a “cambiarle el rostro” como se dice en este negocio, que en su caso paso por botarle la dentadura a golpes, con Margarita la cosa fue distinta, si bien podría haberle encargado el “trabajito” a cualquiera de los asesinos con los que contaba, preferí pasarle el encargo a Claudio, porque tenía la seguridad de que él se encargaría rápido del asunto.
Y rápido fue como siempre lo era, solo que el muy hijo puta, poco dejo de Margarita, encima la cosa salió nuevamente en todos los medios, y esta vez como su actuar había rebasado todos los límites, hasta mi contacto en la policía se había aparecido por mis “oficinas” a retarme de que el “puto, cabrón, psicópata que me hacía los trabajos” aquella vez era tal su enajenación, que poco o nada podría hacer el de su parte para “echarle tierra al asunto” y que se podía el mismo irse al diablo, sino lograba “resultados” esta vez, que se encontraba de manos atadas y que en esta ocasión yo o mi “organización” debían de encargarse del entuerto.
Me dejo varías carpetas con fotos, detalles de la investigación y descripciones de los forenses, luego de revisar el material, sudando frio y también después de una pasada al baño a vomitar, me senté, encendí un cigarrillo y medite la situación.
Lo que leí y vi en aquellas carpetas era lo siguiente, a Margarita, le habían quitado la piel, con unas hojas de afeitar oxidadas, se dedujo tras la autopsia de que el tiempo en que Claudio ocupo en aquella operación fácilmente podía haber demorado unas catorce horas, y que tras irle quitando centímetro tras centímetro de la piel, el infeliz le echaba una mezcla de sal, ají rojo, zumo de limón y aceite de oliva en su piel en carne viva, se encontró un tanque de oxigeno vacio en el lugar de los hechos, con el que se presume, mantuvo con vida a la difunta Margarita, hasta que la pobre “se coció” con la mezcla de aliños, simplemente Claudio se preparo una especie de “seviche” con ella…, aún con vida, luego procedió con cuchillo y tenedor a “comerse” lo que a él le debió de parecerle más “apetitoso”, así, los muslos y nalgas de la cabrona fueron consumidos, junto a unas ensaladas de las que se encontraron restos, y para pasar su banquete, le dio el bajo a un par de botellas de vino blanco, también encontrados en la escena del crimen, las tetas de Margarita también sucumbieron a su atroz apetito, y como siempre hacía el muy desgraciado, ciertos órganos internos no fueron encontrados en el cuerpo, por lo que las policías deducían que también habían sido consumidos en el “festín caníbal” como lo motejo la prensa, que había sido el “encargo” que le había entregado a Claudio.
El contemplar las fotos de como se encontró aquel cadáver fue lo que me hizo primero vomitar como dije anteriormente y luego decidirme a que todo aquello debía llegar a su fin, más que mal, ya Claudio había rebasado todo límite y el cuento ya amenazaba con mi “negocio”, así decidí enviarle un correo dándole las señas de un supuesto “nuevo encargo” y esperarle donde debería encontrase su “nueva víctima”.
No fui solo, me hice acompañar por uno de los tantos gorilas que trabajan para mi, entramos sigilosamente al departamento de mi propiedad donde había de llegar Claudio a realizar el “encargo”, el tipo que se presento ahí, subiendo por las murallas y que corto el cristal de la ventana del nada menos quinto piso en que estaba el departamento, no lo reconocí a primera vista, seguía siendo alto, pero note que caminaba encorvado, Claudio siempre llevo el pelo largo…, pero peinado y limpio, este traía el pelo “apelmazado” como creo lo llevan a los que llaman “rastas”, una larga barba de similares características también le afeaba el rostro, y si bien había penetrado al departamento en completo silencio, ya que seguramente el cristal de la ventana lo había cortado con el típico instrumento de punta de diamante que se ocupa para esos casos, el “olor” que se esparció por el departamento hubiera hecho despertar a cualquiera, por muy dormido que estuviera, era un olor mezcla de suciedad, orines y “carne podrida”, iba vestido con una raída polera de él ya mentado grupo “Cannibal Corpse”, en donde pude distinguir cuando ya le habíamos metido un par de tiros por la cabeza, a un tipo que presumo sería el “vocalista” del grupejo aquel, que se veía muy similar, por no decir igual a Claudio con lo matamos, ya voy terminado estas notas y solo me va restando agregar que maldigo al gorila que me acompañaba ya que fue el quién cuando ya vislumbrábamos su silueta dentro del departamento que le apunto unos segundos antes de dispararle con nuestras pistolas con silenciadores, a su rostro, lo que vi es lo que aún hoy, que han pasado meses desde esto no me deja conciliar en paz el sueño por las noches, a Claudio la cara le había cambiado por completo, ya que no solo tenía pelos de su pelo asqueroso e igualmente asquerosa barba en su rostro, sino que también tenía pelos por toda su faz, parecía un “hombre lobo” o algo así, sus caninos los vislumbre como del triple del porte que supongo es el normal en seres humanos también normales, sus ojos solo reflejaban una mezcla terrible entre locura, sadismo y quizás el goce de un placer anti-natural, parecido al brillo de cualquiera que asiste a un asado y ve que las carnes ya les falta poco para poder llevárselas a la boca, una saliva, una baba abundante le corría por ambas comisuras de sus labios…, solo sé que disparamos ambos yo y el gorila que me acompañaba y que ambos gritamos horrorizados por ¿cómo llamarle? el “ser” que teníamos por delante y que alguna vez había sido un muchacho pobre, con infinitas carencias, pero ante todo…, un ser humano como todos los demás, lo que matamos aquella noche ya no lo era.
FIN
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