Todos conocemos la cara marca de ropa, algunos tal vez tengan algo de ropa BOSS, pero pocos sabemos que esta misma marca de ropa vistio durante la guerra al ejercito nazi...
Hugo Boss es una de las marcas mundiales de ropa cuyo nombre es sinónimo de calidad, elegancia y alta costura. Sin embargo, tiene un pasado oscuro. Su fundador, Hugo Ferdinand Boss, confeccionó ropa para los nazis desde 1928, cinco antes de que llegasen al poder, hasta el final de la guerra.
Hugo Boss fue el costurero nazi del Tercer Reich
Según afirma el historiador y periodista español Jesús Hernández en su libro “100 Historias secretas de la Segunda Guerra Mundial”, el sastre se dio cuenta de que el negocio era vestir a las tropas hitlerianas”, luego de que abriera en 1923 un pequeño taller de sastrería en Metzingen, un pueblo al sur de Stuttgart.
En abril de 1931, cuando aún Hitler no había llegado al poder, Boss, que entonces tenía 46 años, decidió alistarse en el Partido Nazi. Su número de afiliado sería el 508.889, cuenta Hernández.
En 1933 Hugo Boss comenzó a diseñar y producir la indumentaria a las Waffen SS (un cuerpo de elite creado por Hitler para su protección, entre otras funciones), las SA (una organización paramilitar del partido nacionalsocialista), y las Juventudes Hitlerianas.
Ese año Hugo Boss publicó un anuncio en un diario local con el siguiente texto: «Uniformes de las SS, las SA y las HJ. Ropa de trabajo, de deporte y de lluvia. La hacemos nosotros mismos, con calidad buena y reconocida y a buenos precios. Boss. Ropa mecánica y de trabajo, en Metzingen. Firma homologada por las SA y las SS. Uniformes con la licencia del Reich». Su futuro acababa de quedar sellado.
“Años más tarde –cuenta Hernández– en 1935, Boss decidió abandonar la fabricación de ropa civil y dedicarse exclusivamente a la confección de uniformes. Seguramente, a Boss no le pasó desapercibido el dato de que entre miembros de las SS, SA y Juventudes Hitlerianas sumaban un total de tres millones y medio de uniformes, y que alguien debía de fabricarlos”.
“La diversidad del vestuario del Tercer Reich debía ser atendida. Por ejemplo, el vestuario tipo del militar alemán podía tener hasta ocho uniformes distintos: el de campaña, el de servicio o diario, el de guardia, el de parada, el de presentación, el de paseo, el de trabajo, el deportivo y el de sociedad, este último solo para los oficiales”, afirma el historiador.
En 1939 el negocio de Boss comienza a prosperar gracias la invasión de Polonia por parte de las tropas nazis el 1 de septiembre de ese año. El ejercito de Hitler aumenta y el sastre proporciona la vestimenta a todos los soldados alemanes que ocupan Europa.
“En el taller de Metzingen llegaron también pedidos de la Sección de Vestuario (Bekleidung) y del Estado Mayor (Stab), perteneciente a la Oficina de Asuntos Generales del Ejército (Allgemeines Heeresamt)”.
“El pequeño taller de Metzingen se convertía así en la segunda compañía textil más importante de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial”, narra Hernández.
“Si en los años treinta los uniformes de las SS, la SA, las HJ y la Wehrmacht estaban fabricados con una mezcla de fibras y lana, durante la guerra la lana reciclada pasaría a ser el elemento básico de los uniformes” sostiene Hernández.
“Las necesidades de vestuario del Ejército alemán nunca se pudieron cubrir completamente debido a la escasez de materias primas. Por tanto, las tropas germanas se vieron forzadas a requisar toneladas de ropa en los países ocupados”, destaca el historiador.
“Hugo Boss no dudó en utilizar mano de obra de trabajadores esclavos procedentes de los países ocupados, sobre todo mujeres polacas. Entre 1940 y 1941, trabajaron treinta prisioneros franceses. Además las SS facilitaron a Boss la incorporación de una veintena de trabajadores polacos procedentes de campos de concentración”, indica Hernández.
Concluida la guerra, en 1945, las cosas cambiarían radicalmente para Hugo Boss que “fue declarado por las autoridades aliadas ‘beneficiario’ del régimen nazi y su empresa fue calificada de ‘importante’ en el entramado económico del régimen de Hitler, dos condiciones que comportaron que Boss perdiera el derecho al voto y una multa de 80.000 marcos”.
“Este importe lo pagó con el dinero obtenido gracias a la venta de grandes cantidades de seda de la que utilizaba para confeccionar paracaídas que Boss había comprado en el mercado negro durante la contienda” informa Hernández.
“A la vez, presentó un recurso ante los tribunales de justicia para limpiar su nombre. Sin embargo, Hugo Boss nunca obtuvo el perdón del Gobierno de la nueva República Federal de Alemania. Murió en 1948”.
Los descendientes de Hugo, Siegfried Boss y Eugen Holly, “orientaron el negocio hacia ‘los triunfadores y los jóvenes hombres de negocios’, según reza la publicidad de la marca del año 1953”.
La marca “Hugo Boss se lanzó a patrocinar acontecimientos deportivos y culturales de todo tipo, consiguiendo transmitir una dinámica imagen de modernidad. En 1985 cotizó en Bolsa, hasta que en 1991, el imperio italiano de la moda Marzotto adquirió el 50,4% de las acciones”.
El historiador explicó al ABC de España cómo un sastre que vendía su producto a los nazis saltó a la fama mundial: “Fue debido a una concatenación de circunstancias. Sus herederos siguieron fabricando uniformes, pero destinados a carteros y policías, por lo que no se plantearon cambiar el nombre de la empresa. Cuando comenzaron a confeccionar trajes, y por tanto, llegar al gran público, siguieron manteniendo el nombre de Hugo Boss, seguramente porque no pensaron que llegarían a tener tanto éxito. Cuando la empresa alcanzó renombre mundial, ya era tarde para cortar amarras con el nombre y la carga histórica que llevaba, y quizás confiaban en que no llegase a descubrirse”.
Hernández pone el caso de Volkswagen que también supo crear una nueva imagen desvinculada de su pasado.
“Cuando la marca Hugo Boss saltó a la fama, la empresa logró mantenerla al margen de su negra historia, pero la aparición en 1997 de unas cuentas en Suiza ligadas a ese pasado dio a conocer la colaboración de su fundador con el Tercer Reich y la utilización de trabajo esclavo. Los pagos que la empresa realizó entonces a los colectivos de trabajadores supervivientes lograron que la imagen de la marca no se viera resentida por la polémica. Aún así, en 2011, tras la aparición de un libro que detallaba ese pasado, la empresa publicó una nota pidiendo perdón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario